viernes, 2 de marzo de 2012

Billie Holliday, Strange fruit y Eduardo Galeano


La empresa Columbia se negó a grabar esa canción, y el autor tuvo que firmar con otro nombre.

Pero cuando Billie Holliday cantó Stran fruit, cayeron las barreras de la censura y el miedo. Ella cantó con los ojos cerrados y la canción fue un himno religioso por obra y gracia de esa voz nacida para cantarlo, y desde entonces cada negro linchado pasó a ser mucho más que un extraño fruto colgado de un árbol, pudriéndose al sol.

Billie,

la que a los catorce años lograba el milagro del silencio en los ruidosos puteros de Harlem donde cambiaba música por comida,

la que bajo la falda escondía una navaja,
la que no supo defenderse de las palizas de sus amantes y sus maridos,

la que vivió presa de las drogas y de la cárcel,

la que tenía el cuerpo hecho un mapa de pinchazos y cicatrices,

la que siempre cantaba como nunca
Fuente: Eduaro Galeano "Espejos, un historia casi universal"

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