sábado, 23 de octubre de 2010

Django Reinhardt


Jean Baptiste “Django" Reinhardt vino al mundo en la ciudad belga de Liverchies en Enero de 1910, en el seno de una familia gitana y no es aventurado decir que nació artista de los pies a la cabeza. Vivió gran parte de su vida en una carreta y haciendo nomadismo ya que su familia se dedicaba al espectáculo de la cabra y el oso amenizados con el violín del padre y su banjo. Ya a la edad de nueve años le dieron un premio en reconocimiento a su gran destreza con el banjo.
Uno de los acontecimientos que marcó su futuro como guitarrista le ocurrió a los 18 años, la carreta sufrió un incendio. Su primera mujer “ Bella “ se dedicaba a la venta ambulante de flores artificiales, éstas eran de un material inflamable y una noche que Django volvía de una de sus actuaciones debió de volcar una vela mientras dormía. Debido a éste, a Django le quedaron inmovilizados dos dedos de la mano izquierda, pasó año y medio en un hospital creyendo que su carrera como músico había terminado prematuramente, pero gracias a su constancia y sobre todo a su genio, consiguió superar la adversidad y pronto se convertiría en el virtuoso guitarrista que fue. Uno de sus hermanos le llevó al hospital una guitarra y desde entonces cambió el banjo por ésta que ya no dejó hasta el final de sus días, teniendo que inventar una nueva técnica de digitación acorde a sus facultades.
Existen documentos sonoros de Django antes del accidente tocando el banjo, acompañado por Jean Vissade (acc) y Francesco Cariolato (xyl) ó con Victor Marceau (acc).
Django se introduciría en el jazz por la escucha de Duke Ellington y Louis Armstrong y según sus propias palabras le atrajo porque en él encontró la perfección formal y la precisión instrumental que admiraba en la música clásica y la música popular no tiene. ¿No es ese, el mismo camino que nos ha llevado a muchos aficionados al jazz?
Otro de los acontecimientos importantes de su vida, éste feliz, fue el encuentro con Stephane Grappelli, ocurrió en 1931 en un club de Montparnasse, Django acudió a este club para escuchar al saxofonista André Ekyan que por entonces era la sensación del Paris jazzístico. Grappelli ya había escuchado a Django y éste quedó prendado del lirismo de su violín, se había producido el flechazo y a este matrimonio musical solo pudo disolverlo la 2ª Guerra mundial durante los años de su duración.
Por esas fechas lo conoció Jean Cocteau que escribiría: “ Esa guitarra que se ríe y llora, guitarra con voz humana.”
Los primeros frutos de esta unión fueron unos conciertos acompañando a la voz de Jan Sablon junto a A.Ekyan (sa), Eugene D’Hellemes (tbn), Michel Erner (p), S.Grappelli (vio) y D.Reinhardt (g). Esto ocurrió en 1934 y poco después, éste mismo año fundaría el Quinteto del Hot Club de Francia, grupo con el que obtendría fama y reconocimiento. La formación inicial del QHCF fue: Django (g) S. Grappelli (violín) Joseph Reinhardt (g) Roger Chaput (g) y Louis Vola (b) este grupo asombraría a toda Europa con sus grandes dosis de swing y la facilidad de Django para la improvisación que unida a su virtuosismo como guitarrista les haría merecedores del galardón de mejor banda del continente.
La 2ª guerra mundial les sorprendió en Londres donde se quedó Grappelli, volviéndose el resto del grupo a Francia. Mientras el resto de sus hermanos gitanos sufrió la persecución y los campos de concentración, ( Hay un excelente Cd dedicado a este tema a cargo de Christian Escoudé titulado “ A suite for gypsies “), Django consiguió ser el protegido de uno de los funcionarios de la administración nazi aficionado a su arte, a la vez y aunque sea paradójico a Django lo convirtieron en uno de los símbolos de la resistencia.
En los años que estuvieron separados Django y Stephane el violín de éste fue sustituido por un clarinete, tocado por Hubert Rostaing, sin duda influenciado por la orquesta de Benny Goodman.
Aún así, no crean que a Django se le subió la fama a la cabeza, siguió siendo el mismo personaje tímido de toda su vida como demuestra la siguiente anécdota referida en una entrevista hecha a S. Grappelli.
Había una señora de la alta sociedad parisina que acostumbraba a dar grandes fiestas, amenizadas por afamados músicos. En una ocasión los invitados eran Andrés Segovia y Django, habían pasado tres horas desde que el maestro de la guitarra clásica terminara su actuación y se esperaba la llegada de nuestro personaje, al fin éste apareció pero sin su guitarra y después de la negativa del maestro a prestarle la suya, hubo que ir en taxi en busca de una, aunque debió que tocar con un instrumento de muy mediocre calidad, al finalizar la actuación Andrés Segovia preguntó a Django como podría hacerse con esa música, refiriéndose a las partituras, Django le respondió, riéndose, que en ningún sitio, solo estaba en su cabeza ya que había sido una improvisación. No podía ser de otra forma ya que no sabía leer ni escribir, cuando menos música.
Con respecto a su guitarra, decir que empleó una Selmer, instrumento que diseñó a su medida el gran lutier italiano Maccaferri y que probablemente sin saberlo hizo la primera guitarra de jazz.
En los años siguientes Django compartió escenario con todos los jazzmen americanos que visitaron Paris. Coleman Hawkins, Bill Coleman, Benny Carter, Joe Turner etc etc. En 1946 viajó a Estados Unidos para hacer una gira como invitado especial de la orquesta de Duke Ellington de la que solo queda un documento sonoro gracias a George Steiner que colgó un micrófono en un palco del Chicago Civic Center.
Cuentan que en una de las actuaciones de esta gira dio plantón al mismísimo Duke. De camino al teatro se topó con unos billares, juego del que era gran aficionado, tanto se ensimismó con el billar que olvidó la cita con la música, llegando a la actuación cuando ésta había empezado.
De este viaje volvió un tanto decepcionado, pensando que la reacción del público americano no había sido todo lo acogedora que él imaginaba que sería. Por estos años Django tocó con una guitarra eléctrica, instrumento con el no llegaría a las cotas de virtuosismo conseguido con la acústica.
Siguió tocando unos años más con el QHCF y con las más prestigiosas estrellas del jazz que visitaban Francia, en 1948 dio unos conciertos con el gran Dizzy Gillespie, Django había asimilado la revolución del Be- Bop. Poco tiempo después se retiró a su ciudad natal dedicándose estos últimos años de vida a la pesca y a la pintura. De forma imprevista y debido a un fatal golpe le sobrevino una hemorragia cerebral que acabó con su vida en 1953 a los 43 años de edad.
Pero a Django lo mantienen vivo sus más de 250 grabaciones a 78 r.p.m y una legión de seguidores de su estilo, tanto gitanos: Bireli Lagrene, Bolou y Elios Ferré, Christian Escoudé, su hijo Babik como “payos “ René Thomas, Philip Catherine, Larry Coryell, Jim Hall, Jerry Garcia, Jeff Beck, Fred Sharp, Jonny Hepbir y un largo etcétera, existiendo por todo el mundo réplicas del Hot Club de Francia, donde en la actualidad puede escucharse su música: Holanda, Escocia, Italia, Australia, Canadá, en USA los hay en Chicago, San Francisco, New York...
Fuente: http://www.tomajazz.com/perfiles/Django_Reinhardt.htm

jueves, 14 de octubre de 2010

Manu Katché


El baterista francés Manu Katché se ha convertido en los últimos años en una de las referencias indiscutibles de su instrumento; y ello gracias tanto a su trabajo en el mundo del jazz (en las formaciones del saxofonista Jan Garbarek) como por sus trabajos con estrellas del pop (Sting , Youssou N'Dour y Peter Gabriel).
“Third Round” es el tercer CD que graba para el sello alemán ECM.
Las once canciones de este trabajo van entre el sonido ‘garbariano’ del saxofonista Tore Brunborg y la fusión entre el jazz y el pop del líder de la banda.
“Swing piece” es muy Garbarek, mientras que “Shine and blue”, una de las mejores piezas del álbum, se acerca al jazz-pop al igual que “Being Ben”.
Sólo la balada “Urban Shadow”, se aproxima al sonido ‘ecemaniano’.
Para grabar este disco Katché se ha rodeado de un grupo de excelentes músicos entre los que hay que destacar al pianista Jason Rebello, con quien trabajaron juntos para Sting; y el contrabajista Pino Palladino, con quien llevan 25 años trabajando juntos en diversos proyectos.
El álbum fue grabado en el sur de Francia en Diciembre de 2009 y editado este 2010, toda una autentica joya musical.
Fuente:http://melomanoalsur.blogspot.com/2010/07/manu-katche-third-round-2010.html

viernes, 1 de octubre de 2010

Joe King Oliver


Joe King Oliver, el jazz entre la fama y la indigencia
Escrito por Armando Fonseca el 7/07/10 • Categoria General, Internacional, Música
Joe Oliver nació el 19 de diciembre de 1885 en uno de los suburbios más pobres y miserables de Nueva Orleáns. A los quince años, la vida le juega una de tantas, robándole a su madre. Su media hermana, Victoria Davis, encomendaría a un tal señor Kenchen para enseñar al pequeño y huérfano Joe a tocar la corneta, quizás para hacerle olvidar la idea de que las madres también caen como cae el sol en los barrios de Nueva Orleáns. Joe, poco entusiasmado por la idea, se percata de sus evidentes carencias musicales. No obstante, con el tiempo, nota a nota, el joven se introduce cada vez con mayor profundidad en los estudios y en la técnica hasta ganar un puesto en la pequeña orquesta de amateurs formada por el propio señor Kenchen.
En una de esas giras musicales la vida le jugaría otra más: golpeado por una pandilla de bandidos y con una legendaria cicatriz ganada a causa del filo de una navaja, Joe Oliver decide dedicarse al jazz. No bastarían los embates de la vida para detenerlo, como tampoco bastarían las grises lecciones del señor Kenchen para convertirse en el “rey de la corneta”.

Dedicado al servicio doméstico y tocando para varias bandas como la Eagle Band o la Brown Skinned Babies de “Kid” Ory, estudia corneta con el famoso “Bunk” Johnson, quien lo nombraría, una noche en el Aberdeen, como el “King” de la corneta. Joe dejaría de ser llamado meramente Joe Oliver para convertirse de ahora en adelante en “King” Oliver. Incluso en Storyville llegaría a fundar su propia banda.
Los jazzistas de Nueva Orleáns tocaban, principalmente, en cabarets, bares y burdeles. Pero en 1917, ocurre un evento trascendente en la historia del jazz. Una nueva ley prohibe los permisos a cabarets y sucursales del placer para funcionar; ley que derivó en el desempleo de toda esa gente poco elegante que se ganaba la vida en aquellos lugares poco sofisticados. Una masa de músicos se vio en la necesidad de dejar su ciudad y dirigirse al norte, en busca de trabajo. No ocurre otra cosa al nuevo “Rey” de la corneta, que viaja hacia Chicago y se asienta en el South Side —un humilde barrio negro de la ciudad—. Después de tocar en dos orquestas diferentes, en el Royal Gardens Café y en el Dreamland, King Oliver se propone la creación de una nueva jazzband: la reconocida Creole Jazz Band.
Pocos años después de la Gran Guerra y de la prohibición, Chicago se sumergía en tiempos peculiarmente tóxicos y alegres; el alcohol se bebía el frío de la noche, abrigaba los cuerpos y embriagaba las almas que no querían irse a dormir hasta el alba; el humo del cielo nublado se confundía con el humo del tabaco, mientras la gente se desvivía en la bebida, el baile y la agresiva melodía de las jazzbands. Es dentro de este contexto que King Oliver organiza, en Illinois, la Creole Jazz Band. King contrata para el piano a la joven Lil Hardin —futura esposa de Louis Armstrong—, a Johnny Dodds para el clarinete, para el trombón a Honoré Dutray, para el contrabajo a Ed Garland y para la batería a Minor Hall, siendo éste último sustituido por Baby Dodds al momento del arribo de la banda en San Francisco. Pero la Creole Jazz Band todavía no estaba completa sin uno de los destacados talentos emergentes, proveniente de Nueva Orleáns, a saber: el extraordinario cornetista Louis Armstrong.
En la mejor época de la Creole Jazz Band aparecen treinta y siete obras propias recopiladas en diversas grabaciones para los sellos Paramount y Geneett Records. King Oliver pone en marcha una importante recuperación de melodías folklóricas texanas y de Luisiana —cuyo ejemplo más transparente es la florida Just Gone—, tomando varias de sus características para la creación de sus propias obras. Es por eso que la mayoría de sus marchas y blues tienen el encanto, la sazón, de aquella Nueva Orleáns desgarrada por los altos contrastes económicos.
Entre las obras más reconocidas de la Creole Jazz Band destaca Canal Street Blues, una de las pocas obras en la que se logra una solidez sin igual en el tejido de los tiempos, solidez que la banda pocas veces logró. Al igual que en las demás piezas, Canal Street Blues toma aspectos del estilo de Nueva Orleans. En el two beat folklórico —ritmo en dos tiempos que desaparece bajo los cuatro tiempos del contrabajo en el jazz clásico—, el bombo y la grave mano izquierda del piano, se acentúan ciertos tiempos en la línea de la melodía, que bien podrían ser interpretados como el sonido de los pies golpeando el suelo en una alegre caminata, incansable, por los suburbios de Luisiana. Pero al igual que la caminata del Canal Street Blues, la caminata del Rey terminaría pronto, en dos tiempos.

Cuando Louis Armstrong y Johnny Dodds abandonan a King Oliver, en los últimos meses de 1923, los discos de la Creole Jazz Band dejan de brotar y el mismo King funda una nueva banda: los King Oliver’s Syncopators. Indudablemente, una vez fuera la mayoría de miembros de la Creole, fue una banda destinada al fracaso; la numerosa orquesta —comparada con la anterior— sólo podía emitir el sonido de cobres cerrados y gangosos, de melodías monótonas que rayaban en la comicidad o el aburrimiento. La última banda en forma de King Oliver no tenía aquella chispa que sí brillaba en la Creole, y aunque en la Creole Jazz Band faltara algunas veces un poco de técnica y en otras un poco de elegancia, nunca faltó, entre nota y nota, la vitalidad y la energía.
Después de giras desastrosas, entre 1931 y 1935, el “rey de la corneta” es asechado de nuevo por la miseria. Enfermo e incapaz de tocar nuevamente, Joe escribe sus cartas con palabras tristes. Tal vez experimentó lo que había olvidado en su niñez y olvidó que las personas caen como el sol sobre las calles de la lastimada Nueva Orleáns: él mismo estaba cayendo. El 10 de abril de 1938, en Georgia, Joe, enfermo, muere en completo estado de indigencia y miseria, mientras trabajaba en el servicio de limpieza de una alberca pública. Ni si quiera la familia tuvo el dinero suficiente para comprar la lápida en la qué grabar el nombre de este peregrino del jazz.
Joe Oliver se convirtió en “King”, y al final detuvo su caminata antes del amanecer de una nueva época de la historia del jazz. Al desaparecer King Oliver terminó, también, el jazz esencialmente polifónico y se abrió el campo al jazz de las individualidades. Louis Armstrong, con trompeta y voz propia, se asomaba a escena con un gran éxito e inigualable calidad musical.
Fuente: http://www.revistamilmesetas.com/joe-king-oliver-el-jazz-entre-la-fama-y-la-indigencia