viernes, 24 de junio de 2011

Los hijos del Bebop.

En la iconografía musical de principios de los años 50, el jazz de Charlie Parker y Dizzy Gillespie era equivalente al átomo, ya que contenía una enorme cantidad de potencia comprimida en un envase pequeño. Y como el átomo, la rotura o la fisión del Bebop, llevada a cabo por los músicos de jazz de los 50, liberó un inesperado torrente de energía. Esa energía generó una explosión de creatividad y excelencia artística que eclipsa a todas las otras de la historia del jazz; una era dorada en la que los herederos del Bebop produjeron colectivamente una asombrosa variedad de música. Los 50 vieron crecer y ocupar el candelero a docenas de músicos importantes que incluían a Miles Davis y Chet Baker, John Coltrane y Sonny Rollins, Dave Brubeck y Bill Evans, Jimmy Smith y Horace Silver, Art Blakey y Max Roach, Gerry Mulligan y Stan Getz, que cuando exploraron y expandieron el material que contenía esa partícula llamada Bebop, las implicaciones del lenguaje se hicieron evidentes y concretas. Resulto que el diminuto átomo contenía partículas aún más pequeñas, cada una con características distintas, el Cool y el Hard Bop.
El lenguaje conocido como Hard Bop, se parecía bastante al Bebop, solo que visto desde una perspectiva nueva en la que los músicos mantuvieron la esencia de la lengua materna, pero calmaron los ritmos más frenéticos y le devolvieron a la música una emotividad terrena, característica que se les había escapado a los boopers en su búsqueda de reconocimiento como “artistas” más que como “animadores”. El Hard Bop enfatizó el ritmo, buscando mayor intensidad sonora, con un aporte de blues con texturas más oscuras y líneas improvisadas cortas. En cambio el Cool, rompió con los tempos acelerados, los estallidos de intensidad, y las demostraciones de virtuosismo llegaron a su fin, pero sobre todo, y más allá de características musicales, el Cool, suave, sensual y aterciopelado, expresó una pose de aparente indiferencia que fue muy bien recibida por los adolescentes y adultos jóvenes de los años 50. En vez de extraversión, el Cool exhibió introspección, donde los músicos de esta escuela defendían el valor de la contención, manteniendo una ligera distancia entre sí mismos y las emociones que yacían debajo de la música. En términos específicos, prefirieron una interacción cerebral entre los instrumentos melódicos, en la que la sección rítmica no abunda con acentos incendiarios que empleaban los bateristas del Hard Bop. En la escuela Cool, los músicos estaban a favor de tonos planos y asordinados, prácticamente sin utilizar el vibrato.
Fuente: http://www.laquintadisminuida.com/?tag=max-roach

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